Cuando el flujo normal de sangre cargada de oxígeno no puede llegar en un momento dado a una parte del cuerpo, se produce una isquemia. Si la sangre va dirigida al corazón y el flujo se interrumpe momentáneamente, el evento se conoce como isquemia cardíaca. Algunas veces ésta produce dolor (angina de pecho). En otras ocasiones no produce síntomas y entonces se denomina isquemia silenciosa o silente. No por ser silenciosa es menos peligrosa. Entérate si tienes riesgo de sufrirla y cómo se trata.
Un síntoma es una llamada de alerta. La presión en el pecho, el dolor, o las náuseas, por ejemplo, indican que hay algún problema con el corazón. Sin embargo, hay condiciones, que se presentan sin aviso previo. Ese es el caso de la isquemia silenciosa, que recibe precisamente el nombre por ocurrir sin levantar sospechas.
Lo ideal es que la sangre pueda viajar libremente por las arterias para llevar oxígeno a todas las áreas del cuerpo. Cuando por diferentes razones (una dieta alta en grasa, niveles elevados de colesterol, sedentarismo, tabaquismo y/o herencia, entre otros), las arterias se obstruyen o se tapan y se van volviendo cada vez más estrechas, el flujo de sangre puede interrumpirse, dejando al músculo cardíaco temporalmente desprovisto de oxígeno. Este evento puede producir dolor (lo que llamamos angina de pecho, el síntoma más común de la enfermedad arterial coronaria o CAD por sus siglas en inglés), o, por razones que hasta el momento no se conocen con exactitud, no producir ningún síntoma en algunas personas que sufren episodios de isquemia.
Es posible que, a pesar de que las arterias estén bloqueadas, el corazón pueda seguir recibiendo suficiente sangre mientras la persona se encuentra en reposo, pero tiene el riesgo de sufrir la isquemia cuando realiza una actividad física intensa o está bajo mucho estrés.
El que no tenga síntomas no significa que sea inofensiva. Si la isquemia es intensa y prolongada puede causar un infarto o, sea un ataque al corazón, que equivale a la muerte del tejido cardíaco. Además, la isquemia silenciosa puede tener otras consecuencias, como alterar el ritmo del corazón (taquicardia o fibrilación ventricular), reducir la capacidad de bombeo del corazón, causando desmayos o un paro súbito del corazón (paro cardíaco).
Entérate si tienes riesgo de sufrir una isquemia silenciosa
Según informa la Asociación Americana del Corazón (AHA por sus siglas en inglés), de 3 a 4 millones de estadounidenses padecen episodios de isquemia silenciosa. Las personas de la tercera edad, las que han sufrido un ataque cardíaco, las que padecen de diabetes y las mujeres, tienen mayores probabilidades de sufrirla.
Los siguientes son los factores de riesgo más importantes:
- Haber sufrido un ataque cardíaco previamente
- Padecer de enfermedad arterial coronaria (CAD)
- Tener diabetes
- Tener presión alta (hipertensión)
- Obesidad
- Consumo excesivo de alcohol y drogas
- Tabaquismo
- Problemas en las arterias coronarias
- Genética (otras personas en la familia que la padecen o la han padecido)
- Falta de actividad física/sedentarismo
Cómo se detecta la isquemia silenciosa
La isquemia silenciosa no da síntomas. Las personas descubren que la tienen casi siempre en la consulta del doctor, cuando pasan por pruebas de rutina, como un electrocardiograma o una prueba de esfuerzo (conocida como stress test en inglés) que detectan que el corazón no recibe suficiente sangre. Si se sabe que las personas que experimentan episodios de angina o dolor en el pecho, por lo general también sufren de isquemia silenciosa.
Si has tenido un ataque cardíaco, tu cardiólogo pondrá especial atención en detectarla, ya que la isquemia silenciosa aumenta las probabilidades de sufrir un segundo infarto.
Cómo tratar la isquemia silenciosa
El tratamiento para la isquemia persigue mejorar el flujo de sangre al corazón y que este reciba suficiente oxígeno. El cardiólogo, probablemente te recete aspirina u otro medicamento que “adelgace” la sangre; vasodilatadores del tipo de la nitroglicerina que mejoran el riego sanguíneo al corazón; bloqueadores beta para disminuir la frecuencia de los latidos del corazón y que baje la presión arterial, de forma que el corazón trabaje menos. O podría recomendar bloqueadores de los canales de calcio, que también ayudan a que el corazón trabaje menos bajando el pulso y aumentan el flujo de sangre al corazón actuando en las células de los músculos de las arterias. O podría elegir darte uno de los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina o la ranolazina que utilizan otros mecanismos para ayudar al corazón a que trabaje menos. Y también podría recomendarte que tomes medicamentos para reducir el colesterol en tu sangre.
En algunos casos severos, es necesaria una intervención, como la angioplastia y la colocación de stents o un bypass coronario o derivación coronaria.
Desde luego que todos los pacientes se benefician si realizan cambios positivos en su estilo de vida. Dejar de fumar es imprescindible, así como evitar el humo de segunda mano. Una dieta saludable y un programa de ejercicios, aprobado por el doctor, les proporcionará muchos beneficios. También es importante controlar los niveles de su presión arterial y su colesterol, así como la diabetes.
Ya sabes de qué se trata una isquemia silenciosa. No esperes a enterarte que la tienes en la sala de emergencias del hospital tras sufrir un infarto. Si tienes factores de riesgo, consulta con tu médico y comienza a tomar las medidas necesarias para mantener un corazón sano.
Imagen © Thinkstock / Fuse
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