La violencia doméstica es un tipo de abuso en el que un miembro de la familia le causa daños físicos, emocionales o sexuales a algún otro miembro de la misma: papá, mamá o hijos. Entérate sobre cómo identificarla, sus causas, y cómo prevenirla y/o tratarla…
Tan sólo en Estados Unidos, cada año más de un millón de mujeres sufren malos tratos por parte de su cónyuge, pareja o compañero sentimental, y como promedio cada 15 segundos una mujer es maltratada físicamente por un hombre al que conoce. Y hay decenas de millones más en el resto del mundo.
Aunque se habla en mayor proporción de la violencia contra las mujeres a manos de sus esposos o compañeros sentimentales, también los hombres pueden ser agredidos por ellas y los hijos por cualquiera de sus padres. Sin embargo, las mujeres tienen 12 veces más probabilidades de padecer malos tratos.
¿Qué es la violencia doméstica?
La violencia doméstica se clasifica en:
- Violencia física: comprende el uso de fuerza física o el uso de armas en ataques que lesionan o hieren, entre ellos: golpear, patear, halar el pelo, morder, tirar ácido o cualquier otro tipo de sustancias peligrosas, quemar ó atacar con armas y objetos. Como consecuencia de la violencia física se pueden presentar lesiones, discapacidades y –en casos extremos- hasta la muerte.
- Violencia psicológica o emocional: incluye amenazas de violencia física o sexual y/o de abandono; también abuso verbal como humillaciones, insultos, críticas constantes, acusaciones y atribuciones de culpa. Hacer caso omiso de la persona, no prestarle suficiente atención a sus necesidades o ridiculizarlas también son maneras de ejercer violencia psicológica, así como controlar lo que una persona puede o no puede hacer. Como consecuencia de este tipo de violencia, el o la afectada pueden sufrir de baja autoestima, ansiedad y depresión o puede abusar del consumo de drogas y/o alcohol.
- Violencia sexual: este tipo de violencia, que es poco denunciada, se presenta cuando se obliga a algún miembro de la familia (por lo general al conyugue) a tener sexo en contra de su voluntad. Como consecuencia de la violencia sexual se pueden producir enfermedades de transmisión sexual, problemas ginecológicos, embarazos no deseados, complicaciones del embarazo, aborto espontáneo, aborto provocado en condiciones de riesgo o problemas sexuales. El abuso sexual en las menores puede llevar a serios problemas emocionales al llegar a ser adultas.
Las diferentes formas de violencia están interrelacionadas y suelen ocurrir combinadas (por ejemplo: violencia física y psicológica; ó violencia física y sexual) durante una agresión.
Una encuesta nacional realizada en Estados Unidos en 1998, a 1,821 mujeres, reveló que cerca de la mitad de las encuestadas (44 por ciento), que tenían entre 18 y 64 años, sufrieron por lo menos un episodio de violencia en su vida. De ese porcentaje de mujeres, el 18 por ciento fue víctima de agresión física o sexual durante la niñez. Cuando esas mujeres llegaron a la edad adulta, el 19 por ciento sufrió agresión física; el 20 por ciento, sexual; y el 35 por ciento, psicológica o emocional.
Diferentes estudios han demostrado que quienes han sido víctimas de violencia en la infancia, tienen mayor riesgo de tener relaciones violentas cuando son adultas, bien sea con un rol de víctimas o de agresores. Otros estudios demuestran que el simple hecho de ser testigos de la violencia afecta la salud mental de los niños.
Síntomas de la violencia doméstica
Descubrir a una persona que está siendo víctima de violencia requiere tiempo y una gran capacidad de observación, por parte de terceros, del estado físico y de las conductas asumidas por el afectado.
El aceptar esta condición, puede ser difícil incluso para la misma víctima a quien le puede costar trabajo distinguir las conductas del agresor que constituyen violencia, especialmente psicológica y sexual.
Sin embargo, los indicios que pueden reflejar que posiblemente una persona es víctima de violencia doméstica son:
- Lesiones visibles como ojos morados, contusiones (golpes recibidos en alguna parte del cuerpo que se hacen visibles por la inflamación, cambio en el color de la piel o dolor en la zona afectada) o fracturas de huesos y explicaciones variadas sobre el origen de las mismas.
- Control absoluto sobre las actividades que realiza el afectado y sobre los lugares en donde se encuentra o por donde se debe mover.
- Ansiedad o nerviosismo después de cada conversación que se sostiene con el agresor o angustia permanente de que éste encuentre a la víctima fuera de un ámbito determinado.
- Insultos y humillaciones frecuentes, incluso delante de los familiares o amigos de la víctima; o, por el contrario, ignorar por completo las ideas, sugerencias o propuestas de otro miembro de la familia.
- Incapacidad para tomar decisiones por sí mismo y necesidad absoluta de contar con aprobación del agresor en cada actividad o rumbo que asuma.
- La ansiedad, la depresión, el aislamiento, las alteraciones del sueño, los trastornos alimenticios e incluso la desnutrición pueden considerarse síntomas de violencia doméstica.
- El abuso en el consumo de drogas o alcohol, la manifestación del deseo de suicidarse, o los intentos de hacerlo.
Causas de la violencia doméstica
Abordaremos las causas de la violencia desde la perspectiva de la víctima que – por diferentes motivos- permite que sobre ella se produzcan todo tipo de agresiones físicas, emocionales y/o sexuales.
- Dependencia económica: se produce cuando pese a la violencia que un miembro de la pareja ejerce sobre otro, se le permite continuar con las agresiones por temor a que deje de proveer el dinero para comer, para pagar la cuota de vivienda o el estudio de los hijos.
- El abuso del alcohol y de las drogas agrava el patrón de violencia. Los individuos que tienen adicciones a alguna de estas sustancias tienen mayores probabilidades de cometer actos de violencia contra su pareja o sus hijos.
- Tolerancia cultural: en algunas sociedades existe una tolerancia general de la violencia, con base en una idea de “dominio natural” que uno de los miembros de la pareja debe tener sobre el otro. Esta tolerancia cultural también puede deberse a normas de género según las cuales el hombre tiene superioridad sobre la mujer y, por esa sola razón, está en todo su derecho de agredirla.
La aceptación de la violencia como una forma de resolver conflictos maritales o entre padres e hijos suele ser una de las causas de la violencia doméstica. En ocasiones, la víctima ama a su pareja y cree que con el tiempo la violencia puede disminuir.
Prevención y tratamiento
La violencia dentro de la esfera doméstica suele considerarse como un “asunto privado”, que no se debe tratar fuera del hogar. Pero para superarla, es necesario, en la mayoría de los casos, acudir a terceros que contribuyan a mejorar las relaciones familiares o, en caso de ser necesario, a ponerle fin a los malos tratos.
La mejor manera de prevenir la violencia doméstica es acudiendo al diálogo como forma de resolver las diferencias, de negociar las reglas que deben regir las relaciones entre los miembros de una familia y establecer los patrones de conducta para un hogar.
Pero cuando esté comprobado que el diálogo no es el camino para prevenir o tratar las agresiones, las alternativas son:
- Buscar ayuda psicológica (para la pareja o a nivel individual) o terapias de grupo cuyo trabajo principal consiste en descubrir y atacar las causas de los conflictos; ó de elevar el nivel de autoestima del afectado y de hacerle descubrir por sí mismo las capacidades que tiene o puede desarrollar para procurarse, sin la presencia del agresor, una vida digna y sin violencia.
- Si las acciones violentas son constantes y la vía anterior no produce resultados, en Estados Unidos puedes llamar al National Domestic Violence Hotline (tel: 1-800-799-safe [7233]), en donde te ayudarán a establecer un plan de seguridad o te indicarán a dónde acudir para encontrar ayuda en la zona en la que vives. También los encuentras en línea aquí: http://ift.tt/1t8yijU. Hay organizaciones similares en casi todos los países.
Imagen © Thinkstock / John Sommer
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