Y puede fomentar un aumento en la desobediencia y el comportamiento rebelde
Los gritos, los insultos y las malas palabras son armas que algunos padres de familia usan cuando se trata de disciplinar a sus hijos adolescentes. Creen que usando las palabras de esa manera van a lograr controlar el comportamiento de sus hijos, pero lo que logran es hacerles más daño. Un estudio norteamericano encontró que el abuso verbal de los padres hacia hijos fomenta la desobediencia y aumenta los conflictos en la casa.
Educar y convivir con un adolescente puede resultar un reto para muchos padres de familia. En el afán por impartirles disciplina y evitar su desobediencia, muchos han optado por el abuso verbal: gritos, insultos, adjetivos hirientes y malas palabras abundan en muchos hogares. Pero piensa antes de hacerlo. Es muy cierto aquello de que “las palabras matan”.
Haz memoria: ¿cuántas veces le has dicho a tu hijo(a) tonto(a) o vago(a)? Si crees que usar estos adjetivos es inofensivo y has agudizado tus castigos con formas más severas de abuso verbal como maldecirlos e insultarlos, estás cometiendo un grave error. Le estás causando a tus hijos(as) un daño emocional grave que sólo se traducirá en más rebeldía, enojo, irritabilidad y terquedad entre los jóvenes.
Un estudio publicado en la revista Child Development y realizado por especialistas en psicología de la Universidad de Pittsburgh y la Universidad de Michigan encontró que la disciplina verbal severa (gritos, malas palabras, insultos) es muy perjudicial para el bienestar emocional de los adolescentes. Además de ser dañina, este tipo de disciplina, no resulta efectiva.
Aunque muchos padres creen que no importan que tan fuerte griten, sus hijos no los escuchan, están equivocados. Este estudio encontró que los jóvenes sufren un dolor emocional profundo debido a los ataques verbales. Esto aumenta su enojo y produce un incremento de mentiras, engaños y peleas, que son los comportamientos que los padres precisamente buscan evitar.
Para conocer a fondo este tema, los investigadores de las universidades mencionadas, se enfocaron en analizar a 976 familias de clase media y con hijos adolescentes, ubicadas principalmente en Pensilvania. Poco más de la mitad eran familias de raza blanca y el 40 por ciento, de raza negra.
Cada dos años se les entregó la misma encuesta a los padres y a sus hijos adolescentes (de entre 13 y 14 años) para preguntarles acerca de la frecuencia y la naturaleza de los conflictos recientes en casa, incluyendo robos, peleas, daños a propiedad ajena por diversión, mentiras a los padres y desobediencia en la escuela.
A los padres se les preguntó con qué frecuencia se habían valido de disciplina verbal severa, incluyendo gritos, alaridos, malas palabras, maldecir a sus hijos y referirse a ellos con adjetivos peyorativos como tonto, estúpido, vago.
También se les preguntó a los jóvenes si sentían calidez en la relación con sus padres. Esto definido como respaldo emocional, amor, afecto y cuidados de los padres hacia ellos. El estudio también mantuvo un registro de comportamientos depresivos tanto en los padres como en los hijos.
Luego de analizar las encuestas, el estudio reveló que los jóvenes que son víctimas de abuso verbal por parte de sus padres sienten un profundo dolor emocional y una incomodidad que aumenta sus comportamientos destructivos. De la misma manera, el hecho de que registraran en general tener una relación cálida con sus padres, no redujo los efectos dañinos del abuso verbal o la disciplina usando malas palabras y adjetivos ofensivos. En pocas palabras, la idea de gritar o insultar a sus hijos “por su bien, o por amor” no mitiga el daño emocional que se produce en los jovencitos.
Perder el control cuando se trata de disciplinar a un adolescente, siempre es nocivo. Es normal que en ocasiones los padres alcen la voz. Pero una cosa es elevar la voz y otra muy diferente, abusar verbalmente con insultos y vulgaridades.
Este estudio trata de determinar la importancia de buscar alternativas más gentiles y cariñosas para disciplinar a los adolescentes. De cómo la clave consiste en: establecer reglas claras, abrir las puertas del diálogo de igual a igual y sentar las bases de una relación respetuosa.
No se les puede pedir a los hijos que respeten a los padres si los padres no los respetan a ellos. Entender de dónde viene el comportamiento de los jóvenes es fundamental. Por eso, te recomiendo que hables frecuentemente con tus hijos(as) y te mantengas al tanto de lo que hacen diariamente, te involucres en su vida y les des el apoyo emocional que necesitan.
De esa manera, estarás abriendo la puerta a que ellos confíen en ti, te respeten y te quieran por el ejemplo que les das, en lugar de crear una relación de miedo y conflicto en la que las palabras hieren y matan. En este otro artículo de Vida y Salud, te doy varios consejos para lidiar con la ira y el enojo en los hijos adolescentes.
Si crees que la situación en cuanto a disciplinar a tus hijos adolescentes está fuera de control, considera consultar con un psicólogo o con otro especialista en el tema. Un profesional calificado puede ayudarte a que lo manejes para que haya más armonía y menos conflictos en el hogar. Y sobre todo, para evitar que por querer imponer disciplina, termines por dañar emocionalmente a tus hijos.
Recuerda que todas las personas, no importa la edad, responden mejor al amor. La violencia, en ninguna de sus formas, es la respuesta.
Imagen © iStock / seb_ra
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