Un estudio europeo suma evidencias de cómo el consumo de sodas (refrescos) y bebidas azucaradas aumenta el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Descubre más detalles sobre estos hallazgos y cómo cuidarte de esta enfermedad.
Razones para decirles no a las sodas (a los refrescos) y a las bebidas azucaradas hay muchas. No sólo están vinculadas con la obesidad y pueden dañar tus dientes, sino también con la presión arterial alta, con el aumento en el riesgo de desarrollar osteoporosis (una enfermedad que debilita tus huesos), con enfermedades crónicas de los riñones, con el síndrome metabólico (que incluye la presión arterial alta, los niveles elevados de glucosa o azúcar en la sangre, el exceso de grasa alrededor de la cintura, los triglicéridos altos y el colesterol bueno o HDL bajos en la sangre), y con el hígado graso.
Por la alta cantidad de azúcar y de calorías vacías (sin contenido nutricional) que le aportan a tu cuerpo, estas bebidas también promueven el desarrollo de la diabetes tipo 2 (y quienes tienen esta enfermedad deben eliminarlas de su dieta). Ahora, un nuevo estudio desarrollado por unos investigadores del Colegio Imperial de Londres, en Inglaterra, detalla que el consumo diario de apenas una lata de estas bebidas (de 340 mililitros o 12 onzas) aumenta un 22 por ciento el riesgo de desarrollar dicha enfermedad.
Para llegar a estos resultados, que fueron publicados en la revista Diabetologia, los investigadores evaluaron los datos recopilados en un estudio paneuropeo sobre el cáncer, que incluyó las respuestas de más de 350 participantes de 8 países diferentes (Alemania, Dinamarca, España, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia y Suiza), a quienes consultaron – entre otras cuestiones- sobre su dieta y el consumo de bebidas azucaradas, ya sea de manera natural o artificial.
Los resultados obtenidos coinciden con los de investigaciones anteriores que asocian al alto consumo de las bebidas azucaradas con el desarrollo de diabetes de tipo 2, una enfermedad que surge a partir de factores de riesgo como la edad, el perfil genético, la actividad física y la dieta.
Por eso, si bien no puedes cambia ni la edad ni los genes, sí está en tus manos adoptar un estilo de vida saludable, que incluya una alimentación variada acompañada por una rutina de ejercicios. No es tan difícil ni tienes que hacerlo de un día para otro, pero lentamente puedes ir incorporando nuevas prácticas que incluyan:
- Mantener un peso saludable y, en caso de que sea necesario, controlar tus niveles de glucosa en la sangre y tomar la medicación como te lo indique tu médico.
- Practicar alguna actividad física regularmente (la recomendación es de al menos media hora por día).
- Limitar los productos de origen animal y evitar los azúcares refinados (las golosinas y el pan blanco por ejemplo).
- No abusar de la sal.
- Elegir alimentos bajos en grasa y altos en fibra (frutas, vegetales, granos integrales).
- Y por supuesto, cada vez hay más estudios que lo comprueban: evitar las bebidas endulzadas.
Y desde luego, no te olvides de incorporar el agua en tu dieta. Mantenerse bien hidratado es muy importante y el agua es una de las mejores formas de hacerlo. Y si quieres darle un toque de sabor de manera natural (y sin azúcar), puedes agregarle cubitos de fruta fresca (por ejemplo, naranja, uvas o mango) o una frutilla (fresa) congelada, así como ramitas de menta o una rodaja de lima, limón o pepino. ¿Ya lo has probado? Es una excelente alternativa a las bebidas endulzadas y sin el riesgo que estas conllevan.
Actualización de un artículo originalmente publicado en el 2013.
Imagen © iStock / Valentyn Volkov
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